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OPINIÓN – Por Mario Mora

No es la primera vez que incluimos en titulares una noticia como la de hoy: ‘Gana el Concurso Internacional de piano de Dublín un alumno del presidente del jurado’. En este caso, el ganador es el coreano Sae Yoon Chon, estudiante del presidente del jurado, John O’Conor. Ya anunciaba Slipped Disc, cuando se conocían los candidatos de la final, que la mitad de ellos eran alumnos de miembros del jurado.

¿Qué sentido tiene? Quiero decir… en un mundo en el que es tan fácil encontrar la información, ¿de qué sirve otorgar un premio a alguien que va a estar marcado por el perjuicio de la duda? Al parecer, y según muchos presentes y espectadores del streaming de este concurso, aquí la injusticia fue bastante obvia.

Hoy ponemos el foco en Dublín, pero esto es algo que, por desgracia, pasa en todo el mundo. Hay cantidad de concursos marcados con la cruz roja del “ahí no vayas, que ya está dado”. Y muchas veces con razón, como seguramente lo esté desde ahora también este concurso irlandés, cuando además John O’Conor sí está entre los nombres con influencia negativa en la limpieza de las competiciones musicales.

No nos creamos que España se salva del asunto. Existen personas señaladas merecidamente por los chanchullos continuos que se empeñan en hacer con sus alumnos, todo por puro egoísmo: “premio a mi alumno, él se queda contento con su profesor (yo) y lo utilizo como efecto llamada para que más alumnos vengan a pagar clases conmigo para que, en algún momento, les recompense con un premio”. Quizá esto hace unos años colaba, pero en un mundo en el que la globalización se come los secretos, al final, todo se sabe.

Otro cantar puede ser el que ocurrió, por ejemplo, en el último Premio de Juventudes Musicales de España este mismo año, en el que ganó de nuevo el alumno, Álvaro Mur, de un miembro del jurado, Josep Colom. ¿Es Álvaro Mur merecedor de ese premio? Seguramente sí, porque tocó estupendamente. ¿Es Colom sospechoso de ser un mafioso? Que yo sepa, no; es una persona cuya honestidad está por delante de todo. Ahora, ¿quien no sepa esto, puede ser invadido por el mal pensamiento del chanchullo en este concurso? Es posible.

Por lo tanto, ¿qué sentido tiene? ¿Para qué marcar a un ganador con la cruz del enchufado sin necesidad? Existen concursos que incluyen en sus bases la condición de “no ser alumno ni haber trabajado en los últimos años con algún miembro del jurado”. ¿Por qué no hacer extensible esto a todos los concursos?

Evitaríamos sospechas, evitaríamos las dificultades que un profesor puede tener al juzgar a su propio alumno, donde es muy fácil perder la perspectiva, y evitaríamos esa frase de “ya sabes lo que pasa en los concursos”. Porque si de verdad ya sabemos lo que pasa en los concursos, digámoslo y busquemos evitarlo. Si no, habrá todavía miles de jóvenes con mucho talento que piensen que su carrera es inviable porque su profesor o profesora no tiene la influencia suficiente en el mundo de los concursos internacionales.

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