OPINIÓN | Por Mario Mora

Todos tenemos claro que esta crisis está quitando el velo al conjunto de la sociedad. Que nos estamos conociendo, que estamos viendo cómo piensa el vecino: el de enfrente y el de twitter. En ese proceso de desenmascaramiento, he vuelto a descubrir que aquellos que no son músicos o no tiene uno cerca, no saben que vivimos de ello.

Los músicos (y seguramente otros gremios artísticos) vivimos en un mundo que hemos creado para nosotros: compartimos nuestros éxitos, nuestros lanzamientos, nuestros festivales o los últimos conciertos realizados. Pero los compartimos entre nosotros. Nosotros nos entendemos, aplaudimos o envidiamos al de al lado, y funcionamos en ese microuniverso paralelo a la realidad. Esa realidad, formada por el 99% de la sociedad, todavía no sabe lo que hacemos; creo que ni si quiera se plantea que un músico pueda vivir de eso: de dar conciertos.

Por eso es importante explicar a todo el mundo por qué estamos demandando tan agresivamente esas medidas que no llegan. Por qué estamos mostrando ese aparente egoísmo, poniendo lo nuestro por delante de lo demás. Pero no, señor, señora, no es ningún capricho. Les explico la situación: la mayoría de los músicos del sector viven de dar unos 6 o 10 conciertos o bolos al mes, con unos ingresos totales de poco más de mil euros. Con ese dinero se pagan su alquiler, su comida, su cuota de autónomos y, cuando todo va muy bien, hasta algún capricho.

Ahora, desde el 15 de marzo, esos músicos han pasado de 1000 a 0 en un segundo. Al principio parecían 15 días, y todos dijimos “bueno, se aguanta”. Después, un mes… dos. Y ahora ya va quedando claro que la industria cultural, por suponer una congregación de público, será la última en volver. ¿Septiembre? ¿Octubre? Veremos. Pero eso supondrá que estos músicos, señor, señora, se pasarán más de medio año sin cobrar un duro.

Claro que sabemos que lo primero son las vidas, y que los sanitarios y otros trabajadores se la están jugando cada día. No necesitamos, como decía el comunicado de ayer, que el Ministro nos lo recuerde. Pero esto va más allá. Las redes sociales se llenan de mensajes a los artistas, algunos más fuertes (“pedís vuestras subvenciones de mierda”) y otros más sosegados (“primero la pandemia, después ya se arreglará todo”). Ambos son igual de hirientes. Porque sin medidas hoy, mañana será demasiado tarde para muchos.

Confieso que mi situación particular es privilegiada. La pérdida de conciertos se ha visto amortiguada por mi actividad docente. Pero por nuestro gremio, por solidaridad y por empatía, yo también me uno al #ApagónCultural. Por unas medidas urgentes, como las que muchos países ya han aplicado al sector cultural.

Ayer, un músico reconocido (al que respeto y conozco) opinaba en sus redes que el apagón no era la forma de protestar, sino que debemos inundar las redes de cultura para demostrar que es un bien social. Me temo que llevamos regalando nuestro pan 28 días y no ha servido para nada. Basta ya.  

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