OPINIÓN // Por Mario Mora

En la música hay seres que destacan por encima de otros: virtuosos impecables todopoderosos que parecen rayar la perfección divina, músicos intocables e irrompibles… bueno, eso ya no. Las estrellas también se rompen.

El último en cancelar conciertos ha sido Lang Lang, que lo hace con sus compromisos de los próximos 3 meses por una lesión que tiene que ver con una inflamación en su brazo. El pianista chino de 35 años, sometido a una carga física y psicológica, también se ha roto. Y lo hace continuando una lista de jóvenes como Trifonov, o Kaufman, que a su corta edad ya han tenido que limitar sus encuentros con el público por problemas en sus medios físicos.

Por mucho que comparemos a los músicos con los deportistas, nos lesionamos de manera distinta. El deportista se lesiona frecuentemente, sí, pero normalmente por un contratiempo: una caída, un choque, un forcejeo, una patada… rara vez por “inflamación”, o por un daño ocasionado por el propio uso de una parte de nuestro cuerpo. Pero los músicos sí: nosotros nos lesionamos generalmente por el uso, sobreuso, o en definitiva, mal-uso de nuestros músculos y articulaciones. Y lo hacemos porque nadie nunca nos ha avisado de lo peligroso que podía llegar a ser.

Abro al azar el plan de estudios de una carrera de Ciencias Sociales de la Actividad Física, del Deporte y del Ocio (lo que se conoce, o conocía como INEF), en una universidad pública. Asignaturas como Psicología de la Actividad Física y Desarrollo MotorExpresión Corporal o Aprendizaje y Control Motor son troncales en el currículo. En el plan de estudios de un conservatorio superior, lo que ya sabemos: tocar música y entender la música. ¿Pero dónde está esa asignatura llamada Control MotorPsicología en la actividad interpretativa, o Conciencia corporal?

No la busques, no está. Ya estamos demasiado ocupados en aprender a tocar lo más rápido posible, como para encima aprender a hacerlo sin lesionarnos.

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