El silencio. Un bien escaso en las salas de conciertos, un refugio para el tumulto del mundo acelerado en el que vivimos. Un derecho necesario, un placer cada vez más preciado. El silencio, también… un arma que enturbia la transparencia.

Sí, es de ese silencio del que hablo hoy. El silencio que guardan instituciones cuando se les pregunta por aquello que les incomoda. El silencio que jamás guardaría un equipo de fútbol; porque ellos están acostumbrados a los periodistas. El silencio que nunca mostraría como respuesta una prestigiosa marca comercial, porque la claridad evita los malentendidos. El silencio en el que residen, sin complejos, instituciones como la ORCAM o el Teatro Real.

La Orquesta de la Comunidad de Madrid, sumisa en una reestructuración a consecuencia de una serie de posibles irregularidades que pueden tener fatales consecuencias; y cuando se les pregunta por ello, apuntando a los altos cargos, ¿qué responden? Silencio.

El Teatro Real, foco de especulaciones en los últimos meses, diana de dardos endiablados desde sus trabajadores a sindicatos externos. ¿Y qué responden cuando se les piden una entrevista para hablar de ello? Silencio. [ACTUALIZACIÓN: el Sr. Gregorio Marañón, director del Teatro Real, ya ha contactado con Clásica FM para desmentir las últimas acusaciones vertidas en una carta anónima de trabajadores de la institución.]

El silencio de las cloacas. Ese silencio que destruye por dentro esos mundos tan frágiles como el de la cultura, entornos sin costumbre a ser cuestionados. Silencio como símbolo de oscuridad, como obviedad de preocupación. Silencio que encubre a corruptos, que tapa agujeros y que salva errores.

Silencio… ¿durante cuánto tiempo?

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