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Por Mario Mora

Parece que todo se va quedando atrás. Parece que el verano, aquel tiempo de buenas caras, buen color de piel y buena cantidad de sonrisas relajadas va alejándose en la memoria. Pero de los tiempos pasados siempre hay una cosa que prevalece: todo aquello nuevo que hemos aprendido.

Y en los últimos meses quizá sobre Beethoven, o sobre Dante, o sobre Delibes pues no hemos aprendido mucho, pero hay tres cosas que al menos toda la población española ya sabemos: 1- Cómo funciona un máster; 2- Cuánta gente tiene un máster; y 3- qué tienes que ser para sacarte un máster sin estudiar. Porque ahora ya todos somos expertos en TFMs, en los requisitos académicos de los estudios de postgrado, en el funcionamiento del Turnitin o el PlagScan, y todos sabemos ya distinguir cuando alguien tiene un máster a base de sudor o a base de… tener mucha cara.

Pero es que además el tema de los másteres no es un tema que regatee a la música. Si tenéis algún amigo, primo o vecino que de vez en cuando toca un instrumento, deberéis saber que el resto del tiempo no lo está dedicando a jugar al Fornite: lo está dedicando a asistir a clase, en muchas ocasiones de manera virtual, guiado por una zanahoria con una envoltura en la que pone MASTER y con un interior que sabe a CÁTEDRAS.

Porque sí, ahora ya no vale mucho haber tocado en el Carnegie Hall. Ahora, saber tocar las 32 sonatas de Beethoven de arriba a abajo y de abajo a arriba es poco más que de perdedores. Si tú, músico, quieres andar por los pasillos de tu conservatorio superior luciendo orgulloso el traje impoluto de catedrático, ya sabes: escribe muchos libros, cumple años lo más rápidamente posible, pero sobre todo: ten un máster.

Eso sí: asiste a clase y haz el TFM. No vaya a ser que el día de mañana te nombren Ministro de Cultura y no dures ni los 100 primeros días.

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