Foto: Luisma Murias
Opinión | Por Mario Mora

Hace ya unos días de los Premios Princesa de Asturias, que guardan en Oviedo cada año un espacio para los mejores en su campo. Aunque la música no es premiada, sí es protagonista (…qué paradoja) en un evento en el que la Orquesta Sinfónica del Principado de Asturias participa con la interpretación de alguna gran obra, como lo fue este año el Stabat Mater de Rossini.

Como el evento es más o menos privado, la Orquesta ofreció un ensayo general abierto al público el día de antes. 1000 localidades que se repartieron en menos de 4 horas a gente que hizo cola por ver una obra musical de casi 200 años. ¿No es fabuloso? Esto no pasaba desde que la Zarzuela era “el fútbol” de comienzos de siglo.

Las invitaciones eran gratuitas, y… de acuerdo, esto seguramente ayudó. Y lo de ser un ensayo general abierto al público quizá también influyó en que la orquesta y el coro fuesen vestidos de manera informal. Sí, con sus vaqueros, sus camisetas y su ropa de salir después a tomar algo. Algo chocante, imaginarse un Auditorio lleno expectante mirando a una orquesta en vaqueros.

Llámame purista, pero no acabo de entenderlo. Con un gesto así, aparentemente inocente e innovador, se falta al respeto del público general para guardárselo solo al público del “día d”, al de los Premios Princesa de Asturias: Reyes, Ministros, premiados e invitados de alta gama, quienes por el mismo precio, sí pudieron disfrutar de un concierto como se disfruta habitualmente en cualquier sala sinfónica.

¿Qué les costaba haber sacado el traje un día antes? ¿Por qué no quisieron que el público que quizá fuese por primera vez a ver a una orquesta tocar disfrutase de Rossini con la experiencia completa y solemne que esta obra se merece?

He estado en muchos ensayos generales, y no me imagino a la Reina de la Noche salir a cantar esos agudos con unas Converse rosas.


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