OPINIÓN // Por Mario Mora
Miro a Andalucía con preocupación. Se supone que en menos de dos semanas, casi 1000 personas han sido llamadas a concurrir en estas oposiciones en las que se ofertan más de 100 plazas públicas para conservatorios, un número que hacía muchísimos años, casi décadas, que no se presenciaba en nuestro país.
Y digo se supone porque, a fecha de hoy, ni los opositores tienen una citación firme [ACTUALIZACIÓN: a fecha de 06/06/2017 ya existe llamamiento para los opositores]; ni los interinos quieren que se realicen estos accesos, por resultar en un efecto llamada que podría explotar en un caos organizativo. A la junta de Andalucía, y a su gobierno encabezado por Susana Díaz, le llueven las críticas por una oferta de empleo público rebosante de intereses personales y políticos.
Pero claro… ¿y quién aquí no está luchando por sus intereses personales? Entiendo que los interinos, por sus intereses personales, prefieren que no haya oposiciones: un año más de prórroga en la bolsa de la que, si no se mueve nada, volverán a ser llamados el curso próximo. Entiendo también que habrá unagran parte de aspirantes (ese grupo silencioso) que, por sus intereses personales, sí quieren que se lleven a cabo estos exámenes: porque es la primera vez que se pueden presentar, o porque con tantas plazas, es posible arañar alguna y olvidarte de por vida de volver a concurrir en un proceso como este, que no deja de ser tedioso.
Y en este revuelto de intereses personales nos encontramos en la situación actual: profesores en huelga, alumnos que no se pueden examinar, administrativos nombrando ilegalmente sustitutos de huelguistas para que la misma tenga la menor repercusión posible, interinos encerrados en edificios públicos, cientos de personas sin saber qué hacer, si seguir estudiando o darlas por aplazadas para 2018.
¿Y quién paga el plato? El alumno. Ese que está en su aula esperando a que un profesor pase por allí sin quejarse del sistema, de las oposiciones o del gobierno. Un niño o niña que solo espera que la ilusión con la que practica su instrumento se vea completada en su clase semanal, para que en el futuro pueda ser ese músico que siempre ha soñado… si los políticos, los interinos y los profesores lo permiten, claro.