OPINIÓN | Por Mario Mora
La semana pasada debutó en el Ciclo Scherzo un jovencísimo Behzod Abduraimov, que a sus 27 años comparte cartel con los mejores pianistas del mundo. Las redes y los medios se llenaron de palabras de admiración y de sorpresa ante la destreza de un joven al que seguramente muchos fueron a ver sin grandes expectativas.
¿Y de qué nos sorprendemos? ¿De que jóvenes que han trabajado con más medios que ninguna generación y con más competencia que nunca puedan tocar al máximo nivel? A mí no me sorprende que el grupo de Behzod, Trifonov, Rana o Grosvenor estén despuntando como los mejores pianistas actuales de todas las generaciones presentes.
Lo triste es que si Perahia no hubiese suspendido el concierto, muchos no habrían conocido a esta joven estrella. Y esto que ha pasado en Madrid, podemos replicarlo en la mayoría de festivales de primer nivel de todo el mundo.
Pero claro, si esto les pasa a los pianistas que han destacado en los mejores concursos del mundo, ¿qué pasa con otros tantos buenísimos músicos que no han tenido esa oportunidad? Traslademos la escala mundial a la escala nacional, y pensemos qué tienen que hacer todos los músicos jóvenes españoles que finalizan brillantemente su posgrado en las mejores escuelas del mundo y que quizá no tengan la oportunidad de volver a hacer sonar su instrumento en un escenario decente. ¿Por qué? Porque los programadores no arriesgan. ¿Y por qué no arriesgan? Porque el público es generalmente conservador.
“A mí dame Perahias, Zimermans o Pollinis, déjate de apellidos que no conozco”, pensarán muchos. Y esos seguramente se quedaron sin ver a uno de los mejores músicos del momento solo por una razón: tenía menos de 30 años.
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