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OPINIÓN // Por Mario Mora

Hablar u opinar sobre el pianista James Rhodes puede ser polémico por la historia personal que arrastra. Es indudable que un músico sometido a abusos en su juventud y que se agarra a la música como único medio de salvación merece todo nuestro apoyo y respeto.

Para quien no lo conozca, Rhodes, londinense de nacimiento, habitante de Madrid desde hace unos meses, saltó a la fama por su libro Instrumental, donde cuenta cómo la música salvó su vida. Desde ahí, conciertos y entrevistas han sucedido los últimos de sus 42 años de vida.

Siempre polémico, siembra fotos y titulares que arrancan el fuego de más de uno, para bien y para mal. Sus conciertos, limitados a nivel técnico y pianístico, son una experiencia emocionantepara la gente que conecta por primera vez con el piano a través de su historia personal. Así, cumple algo que desde aquí uno admira y que él siempre defiende: que se acerquen a la música clásica aquellos que la tenían como algo lejano a su ambiente.

Sin embargo, hay ciertas contradicciones que no acaban de encajar en su lanzada carrera. Hace unos meses, participaba en un festival de música en el Teatro Real (junto a otros músicos como Tomatito, Bisbal o Luis Fonsi). Su agradecimiento al espacio que le acoge es publicar una foto en redes sociales haciendo una peineta al propio teatro (arriba mostrada). No, Mr. Rhodes, así no.

La última ha sido la entrevista en la que explicita en un titular lo que viene siendo su predicación continua: “La música clásica está llena de gilipollas”, se lee a tamaño grande El Mundo. Una frase que, más que una queja, parece una repulsa al mundo que te está dando de comer. “Llena”. No es que “haya”, o que “haya muchos”, es que “está llena”. No, Mr. Rhodes, así no.

Podemos estar de acuerdo en que en la música clásica hay ineptos, hay mafiosos, hay idiotas que destrozan el trabajo de otros, hay ignorantes que mandan demasiado. Pero no, Mr. Rhodes, la música clásica no es eso.

La música clásica está llena de intérpretes ilusionados, de gestores que se forman y que luchan por sus festivales, de luthieres y afinadores que miman sus instrumentos, de profesores que se desviven por la educación musical, y especialmente en estos tiempos, de una generación de jóvenes que están trabajando día y noche para cambiar los defectos de este mundo tan prejuicioso.

No, Mr. Rhodes. Así no. No tire por tierra todo ese trabajo. La música clásica está llena de gente maravillosa.

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