OPINIÓN // Por Mario Mora
Nos encontramos en un año que puede ser clave para el futuro de la educación musical. Los que trabajamos día a día la información y en las aulas, comenzamos a ver movimiento en los Boletines Oficiales, en los despachos de los Conservatorios Superiores y en los corrillos de profesores asustados. Ya se ha lanzado la piedra, pero todavía no acaba de golpear: Cátedras, Universidad de las Artes, integración o adscripción a la universidad, bolsas de interinos…
Se abre la veda. ¿Qué va a pasar con las plantillas y los claustros? ¿Tiene alguien asegurada la continuidad?
Los dolores de cabeza y las preocupaciones son colegas de viaje que acompañan al profesor a casa, que le acompañan a las vacaciones y que le acompañan incluso… a las aulas. Y allí están ellos, los alumnos. Ojipláticos, asustados, inseguros, observando escenas que no saben muy bien si entienden, escuchando palabras como “comisión de servicio”, “destino” o “profesor especialista” que no saben muy bien lo que significan, e intentando reclamar un mínimo de atención con un bocadillo atado a un palo que dicta: “¿y yo?”El drama es absoluto. Muchos discuten, otros intentan agarrarse a su conservatorio de forma desesperada, algunos hacen por torcer la ley a su favor, y los que tienen suerte – los menos – de haber nacido en una Comunidad Autónoma plurilingüista estudian la segunda lengua oficial como nunca antes lo habían hecho.
No sé (y si lo sé, no lo diré) si la culpa es de la administración, del sistema, de los políticos, de los músicos o del profesorado; pero los principales perjudicados son ellos, los alumnos. Esos seres frágiles, sin pulir, que trabajan día a día por un futuro que sus profesores ya tienen, y al que ellos no saben muy bien si podrán aspirar alguna vez.
Por ellos, por los alumnos, debemos dirigir y trabajar todos: los profesores, la administración y el sistema.
Creemos, pensemos, hagamos guías docentes o programaciones solo por ellos. Preocupémonos, lamentémonos, sintamos tristeza… pero solo por ellos. Enfadémonos, peleemos, pero siempre por ellos. Porque de los cambios, de los egos, de la inestabilidad, los perjudicados solo son ellos. Así que hoy, cuando nada parece seguro para nadie, debemos más que nunca luchar solo por ellos. Por el futuro, por la esperanza: por los alumnos.