Escucha el artículo completo aquí:

OPINIÓN – Por Mario Mora

El anuncio de los Premios Nacionales de Música pilla siempre como a contrapié. Es en un momento raro, en el que parece que las novedades de septiembre ya han acabado y los engranajes empiezan a funcionar sin esperar ningún contratiempo, hasta que de repente, el Ministro de Cultura y Deportes coge el teléfono, llama y anuncia al ganador la sorpresa que el día le estaba guardando.

Eso mismo les pasó a los buenos del Cuarteto Quiroga, que comenzaron su día como uno más. Me imagino a Cibrán Sierra acabar su café matinal doblando el periódico, a Helena Poggio despedirse de su pequeña bebé, y a Aitor Hevia o a Josep Puchades cerrar la puerta de casa y dirigirse al Museo Cerralbo, donde Boccherini les esperaba en los atriles para una jornada más de trabajo.

En algún momento de ese ensayo, el sonido de un teléfono chocó con los acordes endulzados de la música del compositor italiano. La noticia había llegado, eran Premio Nacional de Música. Uno de los mayores reconocimientos que puede conseguir un español; un galardón que, más allá del dinero, supone la inscripción en ese muro celestial de los músicos campeones.

Hacía mucho que no me alegraba tanto por la adjudicación de este premio. El Cuarteto Quiroga es un ejemplo de profesionalidad y calidad, pero sobre todo, de humanidad, humildad y honestidad; las tres “haches” que vienen tatuadas en sus instrumentos y que rara vez acompañan a los músicos de élite.

Gracias, Cuarteto, por demostrar que con estos valores también se puede volar muy alto. Gracias por ser humanos desde el Olimpo, y por compartir vuestros valores con los que todavía somos aprendices. Espero que todos los músicos alcemos la copa al cielo y brindemos diciendo: “por muchos Quirogas”.

Dejar respuesta

Please enter your comment!
Please enter your name here