OPINIÓN // Por Mario Mora

En una entrevista a El Mundo, el conocidísimo pianista Arcadi Volodos declaraba que “la música siempre fue para élites”. Decía también: “A mis 45 años, creo que no se puede popularizar esta música. El mundo acelerado consumista no encaja con ella.”

A ver por donde empiezo. ¿La música siempre fue para élites? Me sorprende que un pianista al que respeto tantísimo haga una afirmación tan contundente. Y no me preocupa porque sea falsa, sino porque su autoridad puede convertirla en una posverdad absoluta, y eso puede crear esa conciencia en los que vienen (o venimos) por detrás, salvo que mantengamos una visión crítica de cada una de las cosas que se publican o se dicen hoy en día.

Asumir que la música es solo para unos pocos es como asumir que los políticos están para robar o que la dinamita existe para matar. Que hoy en día se haga un uso erróneo reiterado de un concepto no quiere decir que ese sea el sentido del mismo, si no que se ha pervertido su finalidad.

La música para los Griegos era lo que afectaba el ánimo, lo que acompañaba a las ceremonias o lo que les acercaba a los dioses. La música en el Renacimiento era la virtud, el entretenimiento, la religión… o la fiesta. En el Barroco era la danza o el pasatiempos de muchos. Y podemos seguir, porque en el Clasicismo se escenifica para el disfrute de todos, en el Romanticismo se expresa hacia los extremos, y en el S. XX se busca acompañar al dramatismo de la sociedad en los devenires históricos y en el caos de la humanidad. ¿Dónde está el elitismo? Nos lo hemos inventado.

Porque nos conviene, porque hemos tenido una época dorada y nos lo hemos podido permitir, o porque hemos estado más cómodos sin tener que justificar nuestro trabajo, nuestras interpretaciones o nuestras elecciones del repertorio ante un público que decide si paga la entrada o no.

Que diga eso un pianista como Volodos, que toca todos los conciertos al año que quiere y cuya carrera está resuelta, es un lastre para las generaciones que vienen por detrás. Porque él lo seguirá pensando, y sea como sea su vida no cambiará. Pero los que vienen (o venimos) por detrás luchando por ampliar las audiencias de la música, nos topamos contra un mazo que derriba todo muro construído en pro de la búsqueda del acercamiento del arte.

Si todavía hay gente que prefiere un público más reducido pero más elitista (¿en qué? ¿en mayor inteligencia? ¿en mayor riqueza?), la música sigue corriendo peligro. Porque cada vez hay menos gente de esa supuesta élite, y la música no puede ser sustentada por las pocas subvenciones públicas y las tres donaciones privadas.

¿Popularizar a lo James Rhodes depreciando la calidad? De acuerdo, me uno al carro del NO. ¿Acercar la música con la máxima calidad con el fin de llenar auditorios? Lo siento, pero mi respuesta es clara: SÍ.


Extracto de El Ático 171

Imagen: Arcadi Volodos. Fotografía de Marco Borggreve

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