OPINIÓN | Por Mario Mora
Son semanas de hacer balance, de mirar atrás y de comenzar a decir adiós a todo lo que nos ha dado el 2018. No sé si es el espíritu de la Navidad, o que el cerebro nos cuida y nos recuerda solo lo que nos hace felices, pero yo solo pienso en aquellos que hacen tanto cada día por la música y por la humanidad.
Pienso en Leonor Bonilla, con quien hablamos en Enero tras su premio en el Tenor Viñas; pienso en los amigos del Teatro de la Zarzuela, quienes ya en marzo nos mostraban su preocupación por algo que por suerte tuvo solución. Pienso en aquellos profesores de los niños del Colegio Alameda de Osuna, quienes nos transmitían en abril la ilusión con la que preparaban su primera ópera, pienso en COAEM y en su campaña Educa con Música de la que hablamos en mayo; pienso en DaLaNota y en su labor con niños en riesgo de exclusión; y pienso en los alumnos de los Conservatorios Superiores de Andalucía y de Castellón, quienes llevan peleando desde verano por una mejora en su educación empezando por sus instalaciones.
Pienso en Fernando Palacios y los proyectos educativos que desarrolla y que con tanta generosidad nos cuenta siempre en Clásica FM, en Miguel Ángel Marín y su acercamiento de la Juan March a todos los públicos, en el Cuarteto Quiroga y su merecidísimo Premio Nacional, en Claudia Montero y sus dos Latin Grammys, y en los jóvenes exitosos de concursos como el Intercentros Melómano o los de Juventudes Musicales, quienes ponen buenos cimientos para el futuro de la calidad musical de este país.
Pienso también en los que nos han dejado. En el trombonista y director Gaspar Sanchís, a quien nos arrancaban de este mundo en enero demasiado pronto; en Jesús López Cobos, a quien despedíamos en marzo; y en la gran diva, en Montserrat Caballé, quien en octubre se unía al cielo de los Dioses de la música.
Y os aseguro que no gasto ni un minuto en pensar en los otros, en los que destruyen, se arrastran, y arañan lo que pueden del mundo de la música para ellos. Ni en locos con delirios de grandeza, ni en sus hienas serviles, ni en egocéntricos que solo vienen a hacer su negocio, porque ellos jamás dejarán huella en ningún corazón.
Pensemos en los que en 2018 han empujado fuerte por un mundo que a veces se atranca. Pensemos en aquellos que están aquí para hacer de éste un lugar mejor, y de la música, el más emocionante de los placeres.